Y se empezaba a repetir el patrón visitado. Cada casa era un monstruo hambriento de mis debilidades. El miedo a una tierra que vibra y no deja dormir me abre las puertas a traves de profundas ojeras y ojos saltones. Las entradas, corredores y cocinas visten siempre sábanas viejas entre camas desechas. Las piezas ya solo la habitan las figuritas de cristo y la virgencitas pegadas en las paredes, a punto de caer entre estucos quebrajados.
Los niños me llevan a los daños estructurales y su nueva casita de madera, y claro, se llueve, la construyeron 'los jovenes de afuera', me cuentan. No alcanzó el fieltro. Faltaron clavos.
Y vuelve a temblar.... todo es gelatina. Todo es plasticina.
Sigamos moldeando.
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