Y es que a él, en honor a una adolescencia ya perdida le encantaba jugar a ser sincero. Y mientras se perdía en sábanas dispersas sin fechas ni nombres -y otras con nombre- clamaba a los cuatro vientos discretos one love en su sentir. Es que él quería ser artista, el quería revolcarse en las sábanas detrás del lente, detras de cámara, detrás de cualquier guión. Quería perderse entre líneas e historias tejidas a base de asesinos, putas y sombras, como cualquier novela esquizofrénica. Y como no, quería que yo fuese esa mujer misteriosa del relato, la que sabiamente perdonaba todo esperándolo por las noches con la copa llena, la teta maternal descubierta y la entrepierna deseosa.
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